Ayer mi vieja me dijo antes de irse a
dormir “vení, dame un beso”. Le dí el
beso que me salió, se rió y me dijo: “que
beso desabrido, mi amor”. Y ese pedido, seguido de esa oración, me causó
una especie de deja vú y volví a una noche oscura, rodeada del alcohol, música
fuerte y gente estúpida, en la que alguien conocido me pidió un beso también
(más bien tuvo la errónea impresión de que yo se lo estaba pidiendo) algo
dentro mío me decía que no pero otra parte se reía de la situación y me decía “ya
fue” por lo que no me aparté y me quedé
atrapada entre esos brazos que se sentían tan impropios y esa boca que emanaba “champán”.
Pero después de un tiempo, que no sé describir si fue poco o eterno, me aparté
sonriéndome por ser lo que no soy. Me reí porque me sentía ridícula, porque
estaba incómoda. ¿Y saben qué fue lo que él me dijo? “ay, ese beso triste me vas a dar”. OK. Lo peor es que esa noche me pasó lo mismo. Con
dos personas distintas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario